domingo, 30 de abril de 2017

Chagall_Autorretrato_Galería de los UFFIZI. Florencia


Chagall_Autorretrato_
Galería de los UFFIZI. Florencia
    

     Chagall nunca ocultó su aprecio del valor semántico del autorretrato; desde su primer periodo parisiense ejecuta una numerosa serie de pinturas en las cuales su figura ocupa un puesto privilegiado, entre ellos el Autorretrato con siete dedos y Yo y la aldea.

     Aun cuando la obra no pertenece al género del retrato en sentido clásico, el pintor puede representar pintando y con los instrumentos de su trabajo: pintura en la pintura, este asunto se amplía hasta adquirir significados profundos y alegóricos. En el Autorretrato de 1959-1960 se hallan todos los elementos de la metapintura chagalliana: la celebración del amor por su esposa y la exaltación de la belleza de la ciudad en la que ha vivido años felices y que ha elegido como su patria adoptiva pasan por el reconocimiento de la pintura como estado de gracia, fuerza unificadora y portadora de la creatividad que abre las puertas del Yo. 

     El cuadro presenta a Chagall sonriendo, con la paleta y los pinceles en la mano; sobre su cabeza, las dos figuras de la mujer y el gallo parecen esperar un gesto del pintor y la gran catedral de Notre-Dame, símbolo de la ciudad. Sobre París y los protagonistas del cuadro brilla una luna medio escondida por un elipse, imagen de fuerte valor simbólico: en el cuadro, en el cual es de noche, todo lo que sucede es fruto del universo onírico del artista, que proyecta las figuras de su interioridad en el cielo. 

     El color tenue, en tonos azules, suaviza los contornos de la ciudad y atempera su imagen real profundizando la impresión de sueño que caracteriza toda la escena: sin separaciones claras, manchas azules y blancas y esfumados narran otro sueño del pintor.

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