El cuadro está compuesto con líneas rectas que se cruzan; los siete cartujos se disponen detrás de la mesa (dos de ellos quedan recortado en el margen como si de un encuadre fotográfico se tratase) marcando las líneas verticales junto con el criado del obispo y el propio San Hugo, que ya anciano se encorva y debe sostenerse con un bastón. Las mesas del refectorio dispuestas en L marcan las líneas horizontales. El artista ha dispuesto en último plano la presencia de un cuadro en donde se aprecia a la Virgen y el Niño acompañados de San Juan Bautista; este recurso de un cuadro dentro de otro será muy popular en el barroco. Zurbarán presta en este lienzo tanta atención a los detalles que la mesa sobre la que se disponían a comer los monjes se ha convertido en un auténtico bodegón. Así se aprecia la calidad táctil de los materiales en las vasijas de barro de los cartujos y en el mantel de lino blanco que contrasta con el blanco de los hábitos de los monjes mostrando el pintor una singular pericia del dominio del colorido (se dice que llega a manejar hasta 100 tonos diferentes). La luz es clara y brillante y se difunde de manera homogénea por toda la composición.
___________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario