viernes, 22 de mayo de 2015

Klimt_El beso_Österreichische Galerie Belvedere. Viena



     Expuesto en la Kunstschau de 1908, donde Klimt obtiene un doble reconocimiento público: El Retrato de Emilie Flögel fue adquirido por la ciudad de Viena y El beso, considerada como la mejor obra de la muestra, fue comprado por el Estado austríaco para la Galería de Arte Moderno. El artista era así elogiado de nuevo, después de tantas polémicas. La obra no podía dejar de hallar favor entre los espectadores por la celebración apasionada, pero al mismo tiempo delicada, del tema amoroso y por el estilo florido, que ofrecía, según Hevesi, una imagen festiva del mundo.

    

     Una franja de prado florido ofrece un agarre visual, mientras que el resto del fondo está realizado, en una técnica que Klimt usa también en el contemporáneo retrato de Adele Bloch-Bauer, como un cielo salpicado de lentejuelas doradas. El oro es de nuevo el color dominante, elegido para la hiedra que cae sobre las pantorrillas de la mujer, para los trajes y para la campana protectora que envuelve a los amantes.

    

     Las manos asumen, como siempre, una evidencia especial y los gestos contribuyen a construir la atmósfera de dicha de la obra, despojada de connotaciones sensuales para insistir más bien en la felicidad y la ternura del beso.

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